Sunday, November 05, 2006

San Martín y 25 de Mayo

A Narciso.

PETISOS Y LLAMAS.

Ambos animales pasaban sus tardes en la esquina céntrica de San Martín y 25 de mayo. Niños y grandes se acercaban a ellos.Los momentos de distensión consistían en que sólo se acercaran, pero estos eran pocos, ya que el horror repetido constaba en que algunas de estas gentes se fotografiaran junto a ellos, consistiendo este procedimiento no solo en la simple fotografía, sino en lo siguiente: en cuanto al petiso se le subían encima, los más osados e incomprensivos le pegaban con la fusta que el fotógrafo les entregaba, para que salga una buena foto; en cuanto a la llama, la abrazaban, pero igual recibía algunos golpes cuando renegaba, aunque el trato que recibía era menos violento.Los animalitos pasaban todos los días de sus vidas en la esquina, el petiso siempre con la cabeza gacha, y parado en sus cuatro cortas patas, con una expresión de resignación notoria; la llama con la cabeza en alto, gesto desafiante y sentada.Más de una vez la llama intentó escapar, su huida se circunscribía a solo unos metros, ya que el dueño Heriberto, conocido ex defensor de Tiro Federal, tiraba de la cuerda que la sostenía del cuello y vuelta la llama para la vereda se reiniciaba el proceso. El petiso no tenía chance, siempre cabizbajo.Narciso, el único vagabundo de Comodoro, en una de las pocas veces que se lo ha escuchado hablar, comentó a unos muchachos de un barrio de la zona norte que él creía en la reencarnación, pero en su creencia sostenía que esta ocurre cuando la persona lleva una mala vida, decía que una vez que el alma deja el cuerpo, se encuentra con un Dios, cuya apariencia es la de un minotauro y si efectivamente el alma desarrolló una mala vida le propone reencarnarse para acceder luego al paraíso, ofreciéndole dos o tres animales, entre los que tiene que elegir para que su alma habite y así, purgar sus pecados. También les dijo, sentado en su conocido banco de tres patas y señalando al petiso y la llama, que él o la que eligió ser petiso le había errado, y el alma que habita la llama había acertado, siempre que se entienda por acertar pasarla lo más bien posible, ya que ser animal nunca es grato. Les dijo que lo peor de todo, era que no es cierta la aseveración científica y creencia popular de que los animales no piensan, eso sólo se aplica a los que no fueron personas, en cambio, los que fueron personas si lo hacen. La otra parte del calvario es no poder manifestarse, no poder moverse como cuando el alma habitaba un cuerpo humano, tradúzcase esto en no poder hablar, ni escribir, ni nada. Los únicos placeres son el alimento y la cópula, si es que hay mano caritativa y colega dispuesto. Únicamente se pueden inferir cierto estado de ánimo, en sus posturas, en sus miradas, pero un dolor los puede atormentar que si no emiten un chirrido muy prolongado nadie les presta atención.Hace ya cientos de años, cuando en estas zonas no había más que los cerros y el mar, el jefe de una tribu aborigen especuló con esto que Narciso contó a los muchachos, tal postulado fue transmitido de generación en generación y es sostenido por los descendientes de esta tribu que viven en campos al norte de la ciudad.Entre los que creen que el alma existe, esta es una de tantas creencias.Pasaron ya unos cuantos años del diálogo entre Narciso y los muchachos, estos muchachos desaparecieron físicamente, también el querido Narciso. Actualmente, en la ciudad, hay más llamas que petisos.

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